¿Cómo afecta a los más pequeños hablarles en varios idiomas?
Hoy en día, y en este mundo en el que viajamos sin parar y con facilidad, las familias formadas por parejas con diferentes lenguas maternas son muy comunes, así como los padres y madres que, aun hablando solo un idioma, desean enseñar dos a sus hijos e hijas desde muy temprana edad (solo hay que ver la cantidad de academias de idiomas dirigidas a niños y niñas muy pequeños que abren últimamente). También pueden darse, y esto no es ninguna novedad, casos en los que en una misma región o zona convivan más de un idioma y que padres y madres, conozcan ambos o no, quieran que sus hijos e hijas dominen.
Durante muchos años se ha creído que la exposición a varios idiomas en edades tempranas lleva a la confusión; que hace que cueste distinguir un idioma de otro y que no se aprenda ninguno realmente bien. Pero la realidad es muy diferente y la verdad es que criar a los niños y niñas expuestos a dos o más idiomas tiene más ventajas que desventajas, y cuanto antes se haga, mejor.
Para entender las ventajas es importante conocer el proceso de aprendizaje que se vive desde la cuna. Este proceso está dividido en dos fases; el aprendizaje de fonemas o sonidos es la primera y el del léxico, la segunda. El aprendizaje de fonemas se produce en los primeros meses de vida, gracias a la gran plasticidad cerebral que tienen los bebés, y empieza a decaer en el quinto mes; a diferencia del léxico, que con la edad va mejorando y se alarga toda la vida, ya que nunca dejamos de aprender nuevas palabras. Por ello, es muy importante que los bebés estén expuestos a ambos idiomas desde la cuna, para que puedan aprender los fonemas y sonidos propios de los idiomas y los sepan pronunciar correctamente en un futuro. A partir del quinto mes de vida se produce lo que se conoce como “estrechamiento conceptual”, que en pocas palabras se podría definir como ser muy hábil en lo conocido y espantoso en lo desconocido.
Pongamos un ejemplo fácil de entender. Una persona nacida y criada en China probablemente no habrá oído los sonidos que producen letras como la “R” y “L” en sus primeros meses de vida, y por lo tanto no los habrá aprendido. Cuando esta sea adulta, podrá aprender cualquier otro idioma que contenga estos sonidos, de hecho, aprenderá una infinidad de palabras nuevas y reglas gramaticales, pero le costará muchísimo aprender a pronunciar correctamente estos sonidos.
La facilidad de aprender fonemas no es lo único que cambia con la edad. Aunque nunca es tarde para aprender nuevos idiomas, la manera de almacenarlos en el cerebro no es siempre la misma. Los idiomas aprendidos en edades tempranas (antes de la pubertad) se construyen independientes los unos de los otros, a diferencia de los que aprendemos siendo adultos, que se aprenden a través de un primero que hace de puente, y del que nuestro cerebro se vale para traducirlo constantemente y poder entenderlo.
Beneficios e inconvenientes
Aparte del beneficio obvio de que la persona bilingüe conoce dos idiomas, y eso siempre viene bien, el bilingüismo infantil tiene otros beneficios menos evidentes. Los “saltos mentales” que un niño o niña bilingüe tiene que hacer para pasar de un idioma a otro o para centrarse solo en uno sin interferencias del segundo, son un gran ejercicio cerebral que favorece a la capacidad de concentración, memoria a corto plazo, capacidad multitarea y de planificación, entro otros. Existe un falso mito de que el bilingüismo confunde a los más pequeños, pero en realidad es un buen entrenamiento para mantener la mente en forma, y ya sabemos que estimular el cerebro previene enfermedades mentales como la demencia y el Alzheimer y retrasa el envejecimiento. Además, el conocer más de un idioma equivale a más recursos lingüísticos y una mayor capacidad metalingüística, lo que ayuda a la hora de aprender nuevos idiomas en un futuro.
Aun así, no es oro todo lo que reluce, y también hay inconvenientes. Estudios demuestran que, aunque los niños y niñas bilingües tienen en general un vocabulario más amplio que los monolingües, por cada idioma que conocen el vocabulario es menor que el de los monolingües. Además, estos niños tienden a empezar a hablar más tarde, aunque siempre dentro de la normalidad. Por último, las personas bilingües (independientemente de la edad) tienen más a menudo la sensación de no acordarse de una palabra, ya que en su cerebro relacionan dos al mismo tiempo.
En conclusión, el bilingüismo infantil es, al contrario de lo que muchos puedan creer, una gran fuente de beneficios, tanto lingüísticos como cerebrales. Y todo por el módico precio de quedarte con la palabra en la punta de la lengua alguna que otra vez.